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Magistral paella de marisco que genera grandes esperanzas |
Como mosca cumplidora con los fieles y pacientes lectores
traigo hoy aquí una apertura que incrementa el elenco de restaurantes
zaragozanos. Pero quien conozca este foro sabrá que este es uno de los
artículos gastropolíticos, pues el verdadero sentido de estas líneas es de tipo
reivindicativo. Además afecta a mi mundo sentimental, pues como todo lo
importante en la vida, comenzó por un asunto de amor.
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Mi amada ninfa refresca mi sed de belleza |
Confieso que siempre he estado enamorado de una joven esbelta
y distinguida. Llevo años revoloteando tras ella. Haciéndome el encontradizo,
pero siempre en la distancia. Nunca me he atrevido a hablar con ella. El miedo
al fracaso me atenaza y me resigna a contemplarla de reojo, cada vez que paso a
su lado. La misma cuestión me inquieta cada tarde sentado en el banco de la
Plaza del Justicia. Veo una multitud de personas que pasan a su lado sin apenas
reparar en su presencia. No puedo explicarme que no caigan a sus pies
derretidos bajo la influencia de la belleza. Nunca he sabido su nombre real,
pero desde el día mismo día que salió de la fundición de los talleres de
Averly, siempre ha atendido al apodo de La Samaritana. Más de ciento cincuenta
años vertiendo agua de sus dos cántaros infinitos no han enturbiado su rostro
sereno y dulce. Originalmente lució palmito en la Plaza de La Seo, donde su
sensual hombro desnudo desconcertó a más de un arzobispo meapilas. Será en los
oscuros años sesenta cuando algún iluminado decidió desplazarla a su más
discreta ubicación actual. A mí no me importa, es más, podría decir que
agradezco el traslado porque así nos deja disfrutar de nuestro particular
idilio entre un insecto infecto y su musa de hierro.
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Pinche aquí para acceder a la página de firmas |
El caso es que a otro iluminado, esta vez en el siglo XXI,
se le ha ocurrido la brillante idea de arrasar con los talleres Averly y
desterrar de nuestra memoria un referente de nuestro pasado industrial.
Son incalculables las piezas que salieron de
la factoría, desde la fuente de la Samaritana, que hoy traigo aquí, al león del
Batallador, pasando por el chapitel rojo que remata la torre de la Seo, la
escultura del Justicia en el monumento de la plaza de Aragón,
las
columnas de los porches del Mercado Central, la veleta de la torre de la Seo,
los remates de las torres del Pilar o las estructuras metálicas en los palcos
del Teatro Principal. Hoy nos enteramos de que
el grupo empresarial Brial
es el nuevo dueño de los suelos de Averly, nada menos que 8.000 metros
cuadrados de terreno sobre los que, desde 1880, han permanecido los talleres de
fundición. Sin duda se trata de un caramelo goloso por su ubicación entre el
paseo María Agustín y la avenida Escrivá de Balaguer (al final nuestro alcalde,
en su empeño por ganarse el cielo, se salió con la suya con el dichoso nombre
de esta calle), donde hoy se pretenden levantar 200 viviendas por esta
constructora. El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) se lo permite y solo
falta por decidir qué pasará con el contenido de esas naves.
El
valor del fondo artístico de Averly, que incluye incluso relieves del oscense
Ramón Acín, radica no sólo en las propias piezas fabricadas sino en todo el
conjunto de croquis, planos, pruebas, moldes y máquinas que recuerdan la labor
de tantos trabajadores zaragozanos en la fundición.
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Sigue los acontecimientos vía Twitter |
Principalmente por tocar las narices a políticos y
empresarios sin escrúpulos, pero también por aportar un granito de arena en la
labor de conservación de nuestra memoria traigo aquí un par de iniciativas a
las que invito al lector a colaborar. La primera es la creación de un grupo de
Facebook en el que se tiene al corriente a los interesados de las novedades del
proceso, la otra es la firma de una petición al alcalde para que frene el
desmán que parece que se avecina. Dejo aquí los enlaces para los interesados.
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Aspecto alegre y luminoso |
¿Qué tiene que ver todo este asunto con la gastronomía? Pues
a mi entender nada si lo vemos desde el punto de vista general, pero la mosca
tiene una perspectiva mucho más personal del tema. No es la única referencia
francesa en Zaragoza que corre peligro y eso sí que es grave. Recordemos que
fue el lionés Antonio Averly el fundador de la fundición, y que utilizó desde
el principio los modelos estéticos franceses del Segundo Imperio, como es el
caso de mi amada Samaritana. Mi rinconcito gastronómico francés ha
desaparecido. En el Quiche Me de la calle San Lorenzo me recuperaba de mis
ataques de nostalgia de bistró. Bien es cierto que se han traslado a la cercana
Plaza de San Pedro Nolasco bajo la nueva denominación de
Kir (éste merecerá un
capítulo aparte para cantar sus alabanzas), pero soy una mosca poco amiga de
los cambios cuando algo está bien, y el Quiche Me lo estaba, y mucho. Además si
a cambio nace otro nuevo restaurante que, aunque digno, no soporta las
comparaciones con su predecesor.
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Interior con gusto |
En un soleado mediodía del mes de junio, desnudo de
sentimentalismos, me vestí como la mosquita muerta que soy, y decidí inaugurar
el nuevo establecimiento que han abierto sobre los rescoldos del Quiche Me. El
nombre se lo da el mártir oscense al que está dedicado la calle, San Lorenzo, y
viene rotulado en un alegre azul y blanco que anima a cruzar sus puertas. Como
trataré de ilustrar, el menú del día que ofertan es bastante digno, aunque uno
sale con la sensación de que se puede ofrecer más por el mismo precio, a base
de mejorar el ánimo y la imaginación. Cuesta trabajo comprender la razón por la
que, en la primera semana de trabajo, ya se presentan síntomas de cansancio y
falta de estímulo. No lo digo de manera gratuita sino basándome en dos aspectos
que deberán ser enmendados para encauzar el negocio. El primero es el
desconocimiento del menú por parte del camarero. Con la cantidad de esfuerzo y
tiempo que lleva preparar una comida con cuatro primeros, cuatro segundos y una
gran variedad de postres, es una pena que el camarero, que es la cara visible
del restaurante y el representante de la cocina frente al cliente desconozca el
contenido de los platos hasta un extremo al menos llamativo. No sabía de qué
estaba compuesta la paella, ni los entremeses de primavera. Así como ofreció
unos San Jacobos con tomate, que lógicamente salieron sin él. El segundo
detalle significativo de su falta de fuerza es la irregularidad en los platos
que iban desde una magnífica paella de marisco de libro, hasta una rebocina de
mal jamón cocido y peor queso. Lo que demuestra que hay una muy buena mano en
la cocina, pero con una inusitada falta de ideas, y por lo visto de ánimo.
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Manteine la estructura anterior |
Al entrar en el local pudimos ver que la disposición de la
sala no variaba sustancialmente respecto al anterior. Cambiaba la decoración y
los colores alejándose de la intimidad de un bistró para ofrecer un panorama
más alegre, luminoso y mediterráneo. A la vista de la carta se ha apostado por
una cocina algo indefinida, sin una dirección clara hacia un tipo de cocina
concreto. Abundan las raciones y platos para compartir de productos de la zona
o propuestas clásicas de las que suelen agradar al público. Cocina sencilla,
que si se trabaja con honestidad puede ofrecer grandes resultados. Por ahora
permanecerá como incógnita, pues nosotros optamos por el menú del día que ya se
anunciaba en la puerta. Cestillo de pan algo escaso y una jarrita de buen vino
del año aparecieron en la mesa en el momento de elegir los platos. Y el
resultado es el que describo e ilustro a continuación.
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Paella de marisco |
Me apetecía probar los entremeses de primavera, pero a la
vista del desconocimiento del camarero, me entro mal augurio y opté por la
paella como quien juega a la ruleta rusa, pues tampoco supo darme cuenta de sus
ingredientes. Ésta apreció en su forma más primaveral, de marisco. Si de algo
sé un poco es del tema de los arroces, más por devoción que por conocimiento
técnico. Aquella era una paella excelente, y más valorable al tratarse de una
ofrecida dentro de un menú, que suelen resultar pasadas y apelmazadas. El grano
estaba suelto, entero y bien cocido. Los ingredientes eran frescos, abundantes
y volcaron todo su sabor en un arroz intenso que daría la talla en cualquier
arrocería de la Malvarosa o de La Albufera. Un plato contundente y generoso que
abrió unas expectativas que pronto se fueron desinflando hasta caer en una
normalidad algo aburrida.
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Ensalada ilustrada |
Mi acompañante eligió una ensalada ilustrada que resultó más
cumplidora que destacable.
Lechuga, cebolla, tomate,
pimiento, huevo duro, atún y unas aceitunas dibujaron un plato fresco y
resultón para días de bochorno. Poco más se puede añadir al asunto que
ingredientes dignos y más que abundantes.
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Gallo con tomate asado |
Dentro de los segundos, y como plato de pescado optamos por
el gallo, que se presentó a la andaluza, enharinado y frito, y con la
deferencia de acompañarlo de tomate asado, y patatas fritas en sartén, que se
agradeció que no fuesen congeladas.
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San Jacobo |
Por último llegó el plato más decepcionante, y no tanto porque
no ofreciera lo que prometía, como por la equivocación con la que fue ofrecido.
Yo, en principio, nunca me decidiría por un San Jacobo en un menú. De hecho, nunca
lo comería fuera de casa tras tantas decepciones a la espalda, pero en esta
ocasión me decidí al ofrecerse salseado en tomate. Me picó la curiosidad de ver
cómo resolvían esa extraña papeleta ¿Habrían hecho una salsa de tomate, sería
tomate frito o algún acompañamiento más curioso? Nada de eso. El camarero
confundió el acompañamiento de tomate, que era el del gallo con el del San
Jacobo, que se presentó soso y muy por debajo del nivel del resto de los
platos. Rebozar un par de buenas lonchas de jamón dulce que envuelvan una
porción visible de queso suave no es una tarea tan difícil. En cambio, no hay
buen rebozado que remonte un jamón veteado de correosas ternillas y un queso
casi invisible. He de reconocer que las patatas fritas continuaron excelentes.
Algo escasas, pero delicadas.
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Macedonia de frutas |
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Yogur griego con confitura de frambuesas |
En el capítulo de los postres regresamos al buen nivel
anterior. Una macedonia de frutas frescas, y no enlatada como suele ser habitual,
y un yogurt griego con confitura de frambuesa en su base conformaron dos buenos
bocados dulces y ligeros que pusieron fin a la comida.
Así que, con la sensación de un menú tan bien trabajado como
escaso de ambición, salí del restaurante sin conseguir arrancarme el recuerdo
del anterior. Tratándose de una aventura nueva, donde cualquier error técnico es
más que comprensible, el margen de mejora es enorme. Con el buen gusto que
muestran en la puesta en escena, y la buena cocina que trabaja ciertos platos
con nivel magistral, los ingredientes para el éxito están en su tejado. Ahora
toca cocinarlos. Permanecemos a la espera.
Hola, soy Quique, el cocinero del restaurante Sanlorenzo. Muchas gracias por tu aportación, es nuestra primera crítica bloguera y está bien. En lo del camarero, amigo, te doy toda la razón, pero bueno, también le puedes dar un momento para que, si no sabe algo, vaya a la cocina y lo pregunte. No dejes de probar un plato sólo por eso. Lo que me resulta extraño es lo del Sanjacobo, porque si quizá estaba veteado es porque es jamón cocido y no un preparado cárnico. Es de la carnicería Gabriel que está detrás del mercado San Vicente y además sólo tiene ése y nada barato. El queso es tipo convencional, pero tampoco es de marca blanca, y el rebozado lo hacemos al modo tradicional con harina, huevo y pan rallado, así que me has dejado por poco perplejo con el comentario. En fin, cuando quieras repetir la experiencia del Sanjacobo con tomate, avisa y te lo preparo. Sin ironía. Todo bien y hasta cuando quieras. Un saludo.
ResponderEliminarEste fin de semana me paso por Zaragoza y probare este restaurante que tiene muy buena pinta :D
ResponderEliminarGracias por la aportacion