Turistas incautos se ven atraidos por sus promesas |
Mal, fatal. Y ya va siendo hora de cambiar
estos malos hábitos, desterrados de otras ciudades mucho más preocupadas de su
imagen, que nos perjudican a todos los zaragozanos. Hubo un tiempo en el que se
abrió a nivel nacional la caza del guiri. Todo valía con tal de sacar los
cuartos a esas hordas de europeos, que llegaban cargados de divisas, para
torrarse al sol mediterráneo. Poco a poco fuimos entrando en el mundo
desarrollado y aumentando la calidad de los servicios ofertados hasta llegar a
ser un destino turístico de cierta calidad. Pero parece que esta tendencia se ha
olvidado, en ocasiones, de la capital del Ebro. Aquí todavía podemos sufrir
establecimientos que piensan que la calidad no es, ni mucho menos, necesaria a
la hora de regentar un negocio de hostelería. Deben pensar que con buscar un
local bien situado, un menú ajustado en el precio, un poco de madera y un
nombre llamativo, ya se pueden sentar a esperar que los billetes se agolpen en
la registradora.
Canto a la insipidez |
Hoy vengo a relatar una experiencia culinaria
que no sólo me dejó mal sabor de boca por la escasa calidad de sus platos, sino
por sentir que se está pisoteando la imagen de la ciudad, que tantos se
esfuerzan por reivindicar. El lugar en cuestión se encuentra, nada menos que,
en la céntrica Plaza Ariño. Un lujo de enclave a escasos metros de la
concurrida Plaza del Pilar; de la coqueta Plaza Santa Cruz; del castizo, y
ahora moderno, Tubo; de la mayor parte de los hoteles de la ciudad y de todos
los atractivos turísticos que esconde Zaragoza. El nombre llama la atención del
visitante por su carácter local, Taberna d´Aragón, y hasta puede llegarle a
convencer de que se trata de uno de esos restaurantes que ofrecen un buen
repertorio de la gastronomía local. Quizá el turista espere encontrar platos de
Ternasco de Aragón, buenos embutidos
aragoneses a la brasa, ensaladas alegradas con cebolla de Fuentes y Aceites de
Oliva de nuestras Denominaciones de Origen, tersas borrajas o cardos
blanquecinos con salsa de almendras, incluso es posible que alguien espere un
plato de migas bien apañadas con sebo o longaniza. Nada más lejos de la
realidad. Productos de baja calidad y precio, abuso de congelados y rebozados,
malos vinos helados para camuflar su profunda acidez. El sabor a hacendado
supermercado valenciano invade todos los platos. Un desatino desde el primer
momento vendido como tradición aragonesa, que no se queda en otra cosa que en
traición.
Es cierto que el ambiente, y el local en sí,
no resultan desagradables. Mesas de madera sobre las que se disponen manteles
de papel a cuadros individuales. Hasta aquí no se atisba todavía el verdadero
carácter del establecimiento. También da el pego el menú propuesto. Ensaladas,
verduras y pasta a elegir para el primer plato, varias carnes y pescados a la
plancha como segundo y unos postres que se anuncian como caseros. El precio está
ajustado a los del resto del entorno, lindando los diez euros. Aunque resulte
llamativo que varios de los platos acarreen un suplemento de dos o tres euros.
Nuestra elección fue poco original, pero la
idónea para poder hacer una buena valoración del menú. Dos primeros platos de
verduras en forma de cardo y borraja, un chuletón al que hubo de sumarse tres
euros a la cuenta y unas pechugas de pollo con guarnición. El canastillo de pan
de baguette, descongelado en un horno sin piedad, llegó a la vez que el vino
cosechero al que le goteaba un carambullo helado del cuello. Gracias a la
mirada aterradora que lanzamos al arisco camarero no fue necesario pedir la
botella de gaseosa, que nos arrojó raudo encima de la mesa. Se ve que están
acostumbrados a que los ingenuos turistas camuflen el sabor de ese infame caldo
a base de burbujas y sacarina. Una pena, sobre todo estando en el centro de una
provincia con tres espléndidas Denominaciones de Origen.
Ni con un baño de aceite se disimula el patinazo |
El verdadero horror llegó después. Tras una
eternidad llegaron los primeros. Baste observar las fotografías de los mismos
para comprobar que se tratan de verduras cocidas de bote. Además de las peores.
Aquellas a las que se le ha quitado absolutamente todo su sabor, color, tersura
y nutrientes, probablemente para hacer caldos u otros engendros industriales.
En mis peores pesadillas, me veo encerrado entre los pasillos de cierto
supermercado, torturado a tener que elegir entre aquellos botes para
alimentarme. Pero casi puedo afirmar que en ninguno de mis malos sueños aparecían
aquellas verduras. Además venían sin aliño alguno, por lo que tuvimos que pedir
la aceitera y el salero para camuflar todo aquello. Terminamos los platos por
voluntad, educación y tradición.
Minichuletón con suplemento |
A esas alturas, ya me había arrepentido de
haber pedido el chuletón, pero no podía imaginarlo tan irrisorio como vino a la
mesa. Pequeño, muy quemado, reseco, con dos pimientos extremorientales de
acompañamiento y un color blanquecino que no delataba precisamente su
procedencia avilense. Mastica que te mastica, logré hacerme poco a poco con él,
dominándole y no dejándome vencer. Son muchos años de experiencia, no siempre
grata, como para tirarlos por la borda por culpa de ese pedazo de goma. Terminé
sin encontrar el sabor, que se habría quedado pegado a la pared del congelador.
Sólo tuve un consuelo durante mi particular duelo a muerte, ver el plato de la
persona que me acompañaba y que había sido tan incauta de pedirse una pechugas
a la plancha.
Resumen de lo que ahí se cuece |
La fotografía no hace honor, siendo muy
reveladora, a lo que hay se presentó. Ni todos los limones de todos los
limoneros de la Comunitat Valenciana hubiesen podido camuflar la insipidez y la
dureza de los filetes de ave. Y si triste era la carne, mejor no describir la
blanquecina lechuga que la acompañaba. A base de pimienta mi compañía dejó el
pabellón alto al meterse entre pecho y espalda aquellos engendros de pechugas.
Los postres eran caseros. Eso es cierto. Lo
cual quiere decir que estaban reconstruidos desde su origen de polvo de sobre.
Con un puñado de canela para enmascarar la falta de sabor, nos sirvieron unas
natillas que jamás olieron huevo y un arroz con leche totalmente engrudado. Los
comimos con cierto alivio al divisar ya el final de la experiencia.
Con la mente divagando salimos por fin a la
calle. Vaya pena de comida, pero sobre todo vaya pena que, día tras día, vea a
los escasos turistas que nos visitan cayendo en las redes del restaurante.
Quizá sea esta una de las razones de que sean tan escasos.
Ayer dia 14 de Septiembre fuimos a cenar tres parejas a dicho restaurante y mi sorpresa fue al llegar y comentarle al camarero o lo que fuera que habia estado llamando desde la mañana como unas 10 veces para reservar mesa sin obtener respuesta y lo unico que se le ocurre al buen señor es tomarselo a risa por no funcionarles el telefono o no quererlo cojer y despues de decirle que ibamos a cenar las 6 personas estando el restaurante practicamente vacio pues eran las 21.00 horas nos prepara una mesa en el ultimon rincon del bar entre dos paredes la mesa y debajo de la television. Le comento que ese sitio habiendo tantos mesas libres no lo queriamos por la calor que hacia y el ruido que producia teniendo encima de la cabeza la television. El buen señor si se le puede llamar de esta manera nos comenta que no nos pone otra mesa porque no le da la gana aduciendo que si no las mesas se le complicarian al venir mas gente y a la vista de lo mal educado que fue y ver que a continuacion viene un matrimonio con dos hijos y les pone en las mesas que le dijimos nosotros que nos pusiera,a continuacion nos fuimos a otro restaurante llamado El pantacruel donde nos atendieros de maravilla.
ResponderEliminarNo me estraña que con elementos como este al frente de un negocio tengan que cerrar los establecimientos y este comentario lo publico sin saber lo que hubieramos cenado alegrandome de no volver mas a ese sitio y borrarlo de mi agenda.
Ayer dia 14 de Septiembre fuimos a cenar tres parejas a dicho restaurante y mi sorpresa fue al llegar y comentarle al camarero o lo que fuera que habia estado llamando desde la mañana como unas 10 veces para reservar mesa sin obtener respuesta y lo unico que se le ocurre al buen señor es tomarselo a risa por no funcionarles el telefono o no quererlo cojer y despues de decirle que ibamos a cenar las 6 personas estando el restaurante practicamente vacio pues eran las 21.00 horas nos prepara una mesa en el ultimon rincon del bar entre dos paredes la mesa y debajo de la television. Le comento que ese sitio habiendo tantos mesas libres no lo queriamos por la calor que hacia y el ruido que producia teniendo encima de la cabeza la television. El buen señor si se le puede llamar de esta manera nos comenta que no nos pone otra mesa porque no le da la gana aduciendo que si no las mesas se le complicarian al venir mas gente y a la vista de lo mal educado que fue y ver que a continuacion viene un matrimonio con dos hijos y les pone en las mesas que le dijimos nosotros que nos pusiera,a continuacion nos fuimos a otro restaurante llamado El pantacruel donde nos atendieros de maravilla.
ResponderEliminarNo me estraña que con elementos como este al frente de un negocio tengan que cerrar los establecimientos y este comentario lo publico sin saber lo que hubieramos cenado alegrandome de no volver mas a ese sitio y borrarlo de mi agenda.